Varios son los desafíos que deja este negro 2010. Sin lugar a dudas este marcará la historia ante tanto acontecimiento desde las elecciones presidenciales y el triunfo de la Derecha con Sebastián Piñera, pasando por el terremoto-maremoto, los mineros, el mayor accidente de bus visto en los últimos años, sumado a la imagen de los reos fallecidos en tan nefastas circunstancias, que han ocasionado, como siempre, culpabilidades y acusaciones de unos y de otros.
“Sobrevivientes al 2010” sería una buena novela para algún escritor. Sin embargo, el desafío lo centraremos a cómo sobrevivir políticamente el 2011.
Los partidos políticos son los grandes damnificados del año que se va. No lograron sintonizar ni fortalecer su credibilidad. Todos con recambios en sus directivas y haciendo alarde de nuevos liderazgos, cuestionados a ratos y empoderados tarde, mal y nunca. Por otra parte, agotaron el discurso del pasado sin la posibilidad de abrirse a un debate sobre ideas de actualidad y futuro, no logrando plasmar una estrategia comunicacional efectiva con la opinión pública. Sus debates fueron contradictorios, a ratos burdos e insistieron en no aprender o no saber utilizar las herramientas modernas de la comunicación, como Twitter y Facebook, por creer que todo lo que hacen es de interés, sin atender las necesidades de la ciudadanía.
Vamos por parte, a propósito que varios partidos darán cuenta de sus logros a la prensa, a modo de cuenta pública que están tan de moda. Este año fue “ni fu ni fa” para las partidos pequeños: un PRI cada vez más debilitado, con un presidente joven pero sin protagonismo, como el diputado Pedro Araya. Atrás quedó la imagen de los imponentes Jaime Mulet y Adolfo Zaldívar. Por otra parte, quedó a medias el PRO de Marco Enríquez, quien brilló por su ausencia durante el año y sin representación en cargos de elección popular.
No puedo dejar de mencionar a los PC, que han visto la luz tras largos años de lucha contra la exclusión, permitiendo instalar el debate sobre cambios al sistema binominal. Su ventaja hoy día tener representación parlamentaria y municipal. Quizás el más beneficiado del año es el MAS encabezado por el díscolo senador Navarro, quien supo capitalizar noticias y marcar una agenda, buena, mala o regular, permitiéndole instalar el nombre de su partido.
Entre los poderosos y quienes se vanagloriaron con su triunfo en enero, como la UDI y RN, ambos con presidentes Larraín, y con poco protagonismo del timonel Coloma, agotados y más anclados en los ‘80s, ambos salieron trasquilados por cuotas de poder en representación gubernamental, ya que el gobierno no es de ellos sino del Presidente Sebastián Piñera, y no supieron evitar la chimuchina natural en cualquier oficialismo.
En la Concertación tenemos al PR (¿existen?), sumados a un PS cuyo presidente Andrade salió mal parado por votar con el Gobierno en el reajuste del sector público. Una DC con Ignacio Walker a la cabeza que no logra imponer su retórica, ni definir si es de centro izquierda o de centro derecha, ni convencer que es el partido de la clase media y trabajadores, con planteamientos que, a ratos, han confundido hasta a su propia militancia. Por último, queda el PPD con la única mujer presidenta Carolina Tohá, sobreviviente al machismo que impera en la concertación, fue el que cumplió regularmente el rol fiscalizador de oposición, aún cuando no ha logrado contener la ansiedad de Girardi, que por cierto, tiene agenda propia.
En resumen, los partidos chicos se han dejado querer, pero sin capitalizar seguidores, no ajenos a un futuro incierto; la Alianza no ha sabido empoderarse desgastándose en temas valóricos propios de su esencia conservadora, peor aún, no brillan perteneciendo al Gobierno; y la concertación no ha logrado ordenar su discurso y propuestas de fuerza opositora. Las encuestas ya les pasaron la cuenta a todos.
Con todo, para el 2011 el desafío es sobrevivir, mantener y mejorar sus posiciones, lo que será difícil porque ya se debe pensar en las elecciones municipales del 2012, que miden liderazgos locales y no dan cuenta del peso de los partidos. La estrategia ineludible debe apuntar a construir y fortalecer ideas de país, centrar el debate en la demanda ciudadana y posibilitar el recambio generacional.
En cuanto a los rostros de esa campaña, es obvio que unos y otros querrán fotografiarse con Bachelet o Golborne, y el sector que logre mejores resultados será el que enfrente para el 2013 con apuestas parlamentarias claras y un/a candidato/a presidencial al 2014 de sus propias filas. Dicho sea de paso, los mejores nombres suelen quemarse cuando se les levanta con anticipación, así que a cuidarlos. Se vienen años complejos, de grandes apuestas y decisiones.
Como deuda del 2010, para con los electores quedan el voto voluntario y electrónico, además del sufragio de los chilenos en el extranjero, y el cambio al binominal. De igual modo, con la ciudadanía queda la deuda de las políticas públicas y leyes entrampadas que van en directo beneficio a las mujeres, hijos y trabajadores. No dejando de lado la persistente desconfianza respecto de políticos que no cumplen sus promesas, que se olvidan de las bases partidarias, que insisten en debates de bajo nivel y preocupaciones que parecen tener más fines personales que colectivos.
Columna publicada en El Post 30/12/2010