“Convergencia Opositora”, el documento del PPD que ha protagonizado varias columnas y análisis, que a ratos resultan casi diabólicos por calificarlo como el escrito que hace alarde de la verdad absoluta y apunta a la destrucción de la Concertación. Sin embargo, este documento hay que leerlo de atrás para adelante, como el título de esta columna.
El escrito muestra que, al parecer, los autores poco han aprendido desde la derrota que sufriera la coalición el 2010 y no quieren ver los cambios sociales que se viven y que olvidan, además, que estos cambios se expresan también en las bases de los partidos de la Concertación, hacia quienes se dirige este documento sin que nadie les preguntara su opinión.
Quienes forman parte de la coalición saben que parte importante de los acuerdos no se respetan. Un ejemplo de ello es el Colegio Metropolitano de Periodistas, cuya elección Nacional se basó en acuerdos políticos hoy rotos. Lo mismo ocurre con alianzas estratégicas en lo social, universidades, sindicatos, colegios profesionales, etc. Es más, en algunos casos se firman pactos de gobernabilidad porque los militantes no confían en sus socios.
Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que esta alianza creada con la finalidad estratégica de derrotar a la dictadura -por la que luchó Gabriel Valdés, a quien hay que rendirle honor a pocos días de su partida-, logró ganar y dirigir el país por cuatro períodos consecutivos y, entre muchas cosas, consiguieron que la señora Yolita ya no deba ir por una bolsita de té al almacén. Visto de esta manera: la casa fue recibida a pedazos, con un cementerio en su patio y en ruinas, y a poco andar se construyó de nuevo; se arregló, pavimentó y salió al mundo. Los famosos 20 años.
Pero en el fondo, este documento no propone nada para esta casa y su futuro. Queda la sensación de que se miran el ombligo, lo que se pide no es un cambio de nombre o una ampliación, sino una mirada interna reflexiva y atención a lo que quiere la gente, sus propias bases, los desencantados.
Peor aún, nada dice acerca de ese modelo democrático, social, comunitario y cultural. Aunque parte del diagnóstico se puede compartir, lo cierto es que la Concertación hace un buen rato dejó de existir. Achacarle todo a los socios o a la Democracia Cristiana, como lo hicieron en estos días varios analistas, resulta al menos lejano respecto de lo que ocurre al interior de sus filas, donde una mayoría no comparte este documento y los actuales liderazgos, por el contrario, coinciden en este desconcertado Partido por la Democracia.
Hemos visto el actuar de los líderes [email protected] que hoy conducen los partidos políticos son quienes, en un año, poco y nada han realizado de su trabajo programático y de su rol de oposición.
Entonces la invitación es a cambiar ¿qué? ¿Seguir siendo excesivamente autoflagelantes y sin ideas? Si al final con datos del Servel y cifras de los propios representantes de la coalición, sus militantes representan el 0.7 por ciento del electorado.
La sociedad actual cambió porque se cansó de la Concertación y de quienes hoy conducen el país, de esa búsqueda del poder por el poder. Cuando los movimientos ciudadanos nos enseñan que hay que avanzar por las generaciones que vienen, reafirman que lo que se hizo es poco, que las tragedias que nos atañen se pudieron evitar con reformas y con políticas públicas en beneficio de todos y no solo del quintil más pobre, o cuidando los intereses de quienes tienen más. Nos enseñan que ya no creen en la clase política, y nada se dice de cómo reencantar ni del tipo de desarrollo que se propone a corto y largo plazo.
En los partidos se ve a los de siempre, los mismos apellidos que hoy juegan a querer cambiar este Chile sin propuestas y que, sin ver su poca representatividad, se alarman ante una nueva oposición, una que golpea la mesa. Y tratan de hacerse parte de ella, pero sin un liderazgo que inspire respeto.
Cuando comprendan que hay que transformar la sociedad con compromiso y humildad, sin caos, populismos o caudillismos, recién ahí se podrá hablar de un futuro de alianzas.
Los partidos políticos se agotaron, pero con estos documentos y la soberbia de no mirar la viga en el ojo propio -que es el haber sido en parte responsables del descontento actual-, pero además sin la hidalguía suficiente para destacar los logros de los otros, poco se puede avanzar. Ahí está la tarea de los partidos. Su “deber ser” es interpretar los tiempos y estar a la altura de los ciudadanos.
Finalmente, el Partido por la Democracia no puede convocar si no ha tenido la voluntad de escuchar lo que piensan sus socios. La convergencia es un producto de los hechos y hoy no es llamada a través de los partidos políticos.
Ahí está la misiva que pide a la Concertación que defina si sigue y que entregue una propuesta que les permita ser solidarios y aprender que, para una real reestructuración, se requiere una planificación, una metodología futura, cultura para entender los movimientos ciudadanos, comprender que no hablamos de Globalización sino de “Glocalización” y la participación de todos, más allá de un cambio de nombre y de la unión para una elección. Cabe preguntar ¿para qué se quiere triunfar electoralmente?
Las jóvenes promesas del PPD hoy rasgan vestiduras, cuando desde enero del 2010 a la fecha, llegaron más de un año tarde -sin posibilidades presidenciales-, y todos nos preguntamos ¿qué hicieron en este tiempo?. En fin, más vale no confundirse y leer al revés: ɐɔıɟıuƃɐɯ sǝ ɐɹoʇısodo ɐıɔuǝƃɹǝʌuoɔ.
Columna publicada en El Post 22/09/2011