Corría 1994 cuando nos enteramos de una tragedia que ensombrecía al mundo y a la música: Kurt Cobain, vocalista de Nirvana, la banda más importante del grunge, se había quitado la vida y una de las primeras lamentaciones fue que la “voz de una generación” ya no estaría presente en el Lollapaloozade ese año. Fue así como conocí este festival, similar para quienes no lo saben, al encuentro de Woodstock a finales de los ‘60s.

Lollapalooza se caracterizó en sus inicios por acoger la música grunge, pero rápidamente se abre como el gran festival para el conjunto de la música alternativa y cultural, matizado con una preocupación por la defensa al medio ambiente. La asociación de personalidades y de intereses le ayudó a convertirse en uno de los mayores mega eventos de los ‘90s, muy lejano al Chile de ese entonces.
Perry Farrel, líder de la banda Jane’s Addiction creador y fundador de Lollapalooza, explicó que la expresión significa “algo inusual y extraordinario” y tras un período de decadencia de un evento que se creó con el fin de realizarse periódicamente, decide volver a impulsarlo, en una osadía que nos toca, fuera de Estados Unidos, su país de origen, y es de esa forma que en estos días la atención de la escena musical alternativa está enfocada en Chile. En esta versión se ha incluido a los artistas nacionales y es así como se prevé la participación de Francisca Valenzuela, Chico Trujillo, Anita Tixoux, Javiera Mena, Quique Neira, Joe Vasconcelos y Los Bunkers.
Tal es la locura desatada por el Lollapalooza, ese “algo inusual y extraordinario”, que hasta el ministro de Cultura Luciano Cruz Coke, se sumó y hasta tocó la guitarra en la conferencia de prensa con la que se dio inicio a una nueva versión de este maratónico festival.
Aprovechando el evento lanzó una cruzada para promover la “Cultura verde” iniciativa que fortalece el “green spirit”, inspiración del festival de los inicios. El ministro ha planteado su interés en que se desarrolle “un festival limpio y sin contaminación, para no estigmatizar a los recintos que hacen rock y que quedan sucios”, olvidando que esta cruzada no es sólo para que el recinto quede limpio sino para impulsar políticas públicas e iniciativas privadas que, de verdad, contribuyan a la preservación del medio ambiente. No basta con plantar algunos arbolitos y eso el Ministro al parecer se le olvidó, aparentemente obnubilado por la posibilidad de codearse con figuras como Farrell.
A propósito, tampoco se dice nada por el hecho que Chile, por su estabilidad económica, es uno de los escenarios favoritos en estos tiempos de los artistas internacionales, dado que los chilenos son los que más pagan por entrada a estos, con tal de ver a sus artistas favoritos, y que el Estado hace generosas contribuciones por la vía de las exenciones tributarias. Es decir, músico que venga se va con sus bolsillos llenos, aunque no siempre deja al público satisfecho ni existe una complementación con los artistas locales.
El Lollapalooza quizás marca la diferencia porque se trata de un festival con una parrilla diversa de artistas y hoy se encuentra comprometido con el intercambio cultural y propósitos ambientales, casi en contra de la indiferencia de las autoridades locales.
En su historial destaca la participación de los principales íconos del grunge y del rock alternativo que han inspirado a las últimas generaciones, incluyendo a artistas indiscutidos como Soundgarden, Red Hot Chili Peppers, Stone Temple Pilots, Rage Against the Machine, Smashing Pumpkins (en reemplazo de Nirvana), Devo, Pearl Jam y hasta The Ramones.
Claramente, el Festival es importante en distintas latitudes del mundo, incluyendo hasta a los Simpsons, quienes tuvieron la posibilidad de estar con The Smashing Pumpkins en su paso por el imaginario Homerpalooza.
Tras distintas dificultades que llevaron a poner término este evento en 1998, se trata de retornar el 2003, pero la globalización les juega en contra y el alto precio de las entradas les pasa la cuenta. Como todo negocio que fue fructífero, por la marca, Perry decide vender y en el 2005 resucitan a Lollapalooza en el en el Grant Park de Chicago, sin tanto éxito como en sus inicios.
Ahora se ha elegido a Chile para reiniciar este festival y como es evidente el evento ha sido recibido con los brazos abiertos, sin poner más condiciones que la foto de Farrel con el ministro Cruz-Coke y que la gente pague las entradas que van desde los 42 a los 190 mil pesos.
En gustos no hay nada escrito y bien sea por los artistas nacionales ya mencionados y los extranjeros como Cypress Hill, Jane´s Adicction, The Killers, Fatboy Slim, Deftones, entre muchos otros que estarán. Además de las diversas actividades en torno al festival que se desarrollará en el recinto del Parque O´higgins este 2 y 3 de abril, sin duda la atención del mundo musical estará en Chile y se repetirán las consabidas conclusiones sobre el buen negocio que es viajar tan lejos.
Esperamos entonces que Perry Farrel logré dar vida a Lollapalooza y celebramos la idea del intercambio cultural y la inquietud ambiental, pero no podemos dejar de pedir se legisle y plantee condiciones más equitativas para los eventos que quieran venir a este último rincón del mundo, tal como lo ha hecho ejemplarmente el Sernac por las cláusulas abusivas impuestas por los organizadores.
Debo hacer mención que, al cierre de este post, la productora Lotus ya daba excusas por los grupos anunciados que no vendrán sin devolver dineros de entradas.
Columna publicada en El Post 31/03/2011